La deuda
Todo por culpa de ese maldito collar falso, que había prestado a mi amiga de toda la vida para ese baile. Matilde como lo había perdido se endeudo comprando uno similar al mío para devolvermelo y que yo no me diese cuenta. Luego cuando se entero que él original era mucho más barato que el que ella compró, yo debía hacer lo correcto, como ella lo hizo conmigo, devolviendo el dinero.
Mi marido comenzó a hacer operaciones extras para juntar el dinero y yo hacía de niñera de la niña de al lado que se la pasaba jugando con una rama, por lo cual no me daba mucho trabajo.
Mi marido se notaba raro, había llegado del trabajo pálido y sudoroso.
- ¿Qué te sucede cariño?
- ¿Qué “qué me sucede”? ¡No ves todo lo que tenemos que hacer por culpa de tus ocurrencias de prestar cosas! – Dijo exaltado
- Pero ¿ por qué te enojas de repente? Podemos pedir más días a mi amiga para devolver lo que debemos.
De repente escuchamos que tocaban la puerta fuertemente, era la policía que decía que mi marido supuestamente había operado a un niño sin autorización del hospital, para que la familia le pagase todo a él. Se lo llevaron y pude visitarlo a las semanas del arresto.
La última vez que lo visité me observaba con rabia y odio, me había asustado tanto que no lo visité más. Nuestro hijo con el tiempo creció solo con una figura materna.
Una mañana nublada y fría de invierno mi hijo se levantó a atender la puerta, cuando le pregunté quién era se hizo un rotundo silencio...
Era él, mi marido había vuelto de la cárcel no sabía que se había cumplido su condena. Se adentro en la casa y se acomodó en el sofá, me dio impresión lo robusto, fuerte y grande que estaba desde la última vez que lo vi.
Al llegar la noche nos fuimos a dormir como si nada pasará, la mañana siguiente no desperté, razón por la cual mi hijo escapó de la casa para que nada le pasará.
Martina Díaz y Valentina Herrera
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